Equinoccio, aequus nocte, “noche igual”: día perfectamente dividido en dos mitades. Como el planeta, que por la inclinación de su eje al ir rotando genera las estaciones, pero invertidas según el hemisferio. Estaciones que son cuatro, pero equinoccios dos: en marzo uno (cuyo acontecimiento, el 21, fue elegido por la Unesco para conmemorar el Día Mundial de la Poesía); y en septiembre –mes cargado de noche, de oscuridades, de simbología– el otro. El equinoccio de septiembre es agitado y brusco. Comenzarán, en el Polo Norte una noche que tendrá 6 meses de duración, en el hemisferio boreal el otoño, en el hemisferio austral la primavera, y en el Polo Sur un día que durará 6 meses. 

El 23 de septiembre de 1868 ocurre el Grito de Lares, insurrección armada que buscaba la independencia y fracasó en su intento, aunque alcanzó a declarar la República de Puerto Rico. Los mercados financieros han sido estremecidos los septiembres de 1929, 1987 y 2008. En la República Dominicana su manto negro eclipsó dos veces la democracia: con la destrucción de Santo Domingo por el ciclón San Zenón el 3 de septiembre de 1930 y el correspondiente afianzamiento de lo que sería la sanguinaria dictadura trujillista, y con el ominoso golpe de Estado a Juan Bosch el 25 de septiembre de 1963. El noveno mes también marcó la historia con el inicio de la Segunda Guerra Mundial en su primer día de aquel 1939 (con la invasión de las tropas alemanas a Polonia), y con su fin el 2 de septiembre de 1945 tras la rendición formal de Japón. En el equinoccio austral, la primavera remedó el otoño tras el golpe de Estado a Salvador Allende el imperecedero 11 de septiembre de 1973. En otro 11 de septiembre ocurrieron los mortíferos atentados terroristas en Estados Unidos de 2001, hace exactamente dos décadas. Y este de 2021 comienza con la desaparición física del gran músico, intelectual y político griego Mikis Theodorakis, universalmente famoso por la partitura que escribió para el filme “Zorba, el griego”.

Plenamar no pudo ni quiso pasar por alto estas circunstancias septembrinas. Por ello, publicamos este dossier en el que Graciela Reyes describe las noches del mes en curso en Chicago y sus estelas alevosas. Por su lado, Gerardo Cárdenas nos recuerda, por ejemplo, que la ciudad de México fue devastada por grandes sismos en dos septiembres distintos (1985 y 2017), señalando que los extremistas talibanes –pieza clave en el origen de los ataques del 911–, han vuelto a tomar Afganistán otro septiembre, veinte años después. La escritura metafórica de Marco Escalante enseña que, como las hojas en otoño, nosotros también caemos. Eduardo Moga resume lo que pasa, qué pasa, y cuándo pasan los septiembres. La magia narrativa de Rey Andújar se despliega en una historia de amor ¿fugaz? que desemboca en los atentados al World Trade Center. Y el artista chileno Yntro canta la crueldad del mes que marchitó un país valiente.

Pero, nos dice García Márquez, los patriarcas alcanzan también su otoño, su caída… y le ocurrió a Pinochet. El mismo otoño que recorre las islas de los hombres –que dejaría por sentado el poeta Becerra–, puede hacerlo en dos días de septiembre, propicios para vendimia y decadencia, como acontece en la novela de Caballero Bonald. Mas, también, y, sobre todo, septiembre tiene auroras, claridad que impide que la oscuridad domine todo, tal como vaticina Wallace Stevens en estos esperanzadores versos: 

The season changes. A cold wind chills the beach.

The long lines of it grow longer, emptier,

A darkness gathers though it does not fall…

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Cambia la estación. Un viento frío hiela la playa.

Sus largas líneas se alargan y vacían,

una oscuridad se acerca, pero no cae…

(The auroras of autumn / Las auroras de otoño, versión de Andreu Jaume)