No es una novedad que nos encontramos en tiempos de una profunda recesión económica a nivel mundial. Desde los iniciales brotes de Covid-19 y el confinamiento obligatorio que le siguió, sabíamos que esto sería una consecuencia irremediable. Las proyecciones de crecimiento que realizan los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe o el Banco Interamericano de Desarrollo han sido recortadas drásticamente, lo que afectará aún más a América Latina por ser la más desigual del planeta. Muchos de los países de nuestra región están ya sumidos en una profunda crisis económica de la que tardarán años en recuperarse.

Estos dos factores han provocado la mayor aceleración de la digitalización de los últimos años. Aunque si bien los cambios hacia la virtualidad vienen ocurriendo desde mucho antes de la llegada de la pandemia, no podemos negar que ahora las tecnologías de la información y la comunicación han cobrado más influencia en nuestras vidas y están más presentes en las labores diarias. 

Esto también ha impulsado un cambio de los modelos económicos, porque no solo se han perfeccionado nuestras comunicaciones a través de las vías de la tecnología, sino que ahora podemos ofrecer cualquier tipo de servicio o producto en línea. Para describir este fenómeno se ha popularizado el neologismo uberización. Así, estamos contemplando cómo uno tras uno se uberiza cada aspecto de nuestra sociedad.

La obra artística no está exenta de este nuevo fenómeno. A pesar de ser un objeto simbólico producto de la creación cuyos valores estéticos hacen su apreciación muy subjetiva, esto no lo exime de poseer un valor de mercado. El arte se compra y se vende, y es esta la razón por la que el mercado del arte mueve miles de millones de dólares alrededor del mundo. 

En tiempos de pandemia, la famosa casa de subastas Sotheby’s que siempre ha tenido claro el valor monetario del arte, ha dado un paso adelante cuando en noviembre del año pasado realizó una venta pública en línea recaudando alrededor de 400 millones de dólares y a la que asistieron alrededor de un millón de personas. Si bien sus subastas presenciales son mucho más lucrativas, la empresa ha entendido que debe seguir el camino hacia lo digital.

Otro caso que merece la pena la atención es el de la aplicación noruega Atelier. Desde su creación en el año 2019 ha hecho frente al control exclusivo del arte que, según ellos, las galerías gozan en su país. Tras la pandemia también han combatido el confinamiento. Mediante el uso de esta plataforma, sus creadores han ayudado a los artistas plásticos locales a exponer de manera virtual sus obras, a tener contacto directo con sus clientes, a realizar ventas a distancia o a programar visitas a sus talleres.

Similar a esta iniciativa pero operando un poco en la clandestinidad, están proliferando las páginas que exponen arte digital pero con la particularidad de que solo puede ser adquirido mediante transacciones de criptodivisas. 

El campo de la música no se queda atrás y es una de las áreas que ha dado un salto agigantado hacia la virtualidad. Ejemplo de ello son las transmisiones en vivo de la Ópera Metropolitana de Nueva York durante los meses de reclusión. En el renglón de música popular hemos visto a numerosos cantantes batir récords de audiencia en sus conciertos en línea y hasta ofrecerlos a través de videojuegos. Mucho más modesto, pero igual de importante, es el aumento de los “lives” que los cantantes y grupos independientes han realizando durante todo el trayecto de la pandemia. 

Por otro lado, los servicios de video en línea se han convertido en ideales para la venta del séptimo arte y sus suscripciones han crecido de manera descomunal. Esto ha causado un auge de la industria cinematográfica, que no ha tenido excusa para detener su tren de producción.

A pesar de que muchos artistas dominicanos fortalecen sus redes sociales y las ven como un medio para dar a conocer su obra artística, todavía falta dar mucho impulso a estos espacios. Es necesario potenciar el mercado del arte dominicano dando una mirada a estos nuevos modelos económicos que han probado ser útiles, no solo por el arribo de una pandemia, sino debido al avance de las nuevas tecnologías. 

Buscar vías innovadoras para el mercado del arte nacional se hace cada vez más necesario porque, después de todo, a través de ellas se pondrían en acción iniciativas más democráticas a las soluciones simplistas que han sido ejecutadas en nuestro país durante los meses de pandemia.

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Nadia Lugo. Historiadora de arte y escritora.

En portada: Desde mi ventana. 2020. Iris Perez romero.