La inteligencia creativa es la capacidad para hacer lo nuevo y rehacer lo viejo por el bien uno mismo y de los demás. Aquí el beneficio o el valor puede adoptar innumerables formas, desde la pragmática a la estética pasando por la educativa, la científica o la humanista, en cualquier orden o combinación (Joaquín M Fuster, p.2018)

La inteligencia como potencial biopsicológico para procesar formas concretas de información implica en el ser humano la capacidad para aprender de la experiencia, la compresión de adaptarse, de interpretar o cambiar el medio o diversos contexto sociales y culturales, de resolver problemas o crear producto, los cuales deben ser valorados por una determinada sociedad. Esta, como tal, involucra lo lingüístico, lo social y cultural para la invención de proyectos de vida tanto en el espacio real como en el ciberespacio virtual y todo lo relacionado con los procesos metacognitivos como comprensión y control de la atención y la memoria (Gardner, 2013;2017; Marina,1994; Sternberg, 2011; Merejo, 2007).

En estos tiempos cibernéticos, caracterizados por el mundo tecnológico digital, articulado a lo cibercultural, cibersocial , ciberpolítico y a redes de control virtual, no solo se ha de poner atención a la inteligencia como algo biosicológico, sino también como mente extendida y “capacidad de recordar y predecir patrones en el mundo”, por lo que también entra el mundo de la “matemática, el lenguaje, las situaciones sociales y las propiedades de los objetos” de acuerdo a Hawking (citado en Sousa, 2019, p. 223). 

Siguiendo la línea de Hawking, es la predicción y no el comportamiento que sustenta la inteligencia. Sin embargo, dice Sousa, que “existe un acuerdo general en cuanto a que, en contra de creencias pasadas, la herencia solo contribuye en parte a la inteligencia. Los genes pueden marcar unos límites superiores sobre las capacidades cognitivas de una persona, pero estos límites pueden superarse en cierto grado gracias a la plasticidad del cerebro” (ídem).

La visión de la inteligencia que estamos analizando entra en el ámbito de los seres vivos, de manera específica en el ser humano y no en otra dimensión, como es el caso de los estudios que se han venido haciendo sobre la inteligencia artificial y la interacción hombre–maquina.

La inteligencia artificial, como disciplina de la cibernética, no escapa de los estudios y enriquecimientos de diversas disciplinas del conocimiento como la filosofía, informática, la psicología, lingüística, lógica, entre otras. Desde el plano filosófico cibernético innovador, asumo la inteligencia artificial como la capacidad de un sistema computacional para procesar e interpretar adecuadamente un conjunto de datos externos, con la finalidad de aprender de estos datos y valerse de estos como información y conocimiento, para lograr tareas específicas, que sean mejores o parecidas a las del comportamiento de los seres humanos.

Para el investigador Latorre (2019) la inteligencia artificial se diferencia de la inteligencia humana, cuando el algoritmo de la maquina “es capaz de resolver un problema de una forma que los humanos somos incapaces de comprender” (p.90). De estas concepciones se alejan, muchos antropólogos, sociólogos y filósofos, como es el caso de Galán Diez, quien puntualiza que la inteligencia artificial no puede entrar en el campo de la inteligencia, porque esta no tiene nada que ver con ese concepto de lo artificial, que forma (…) “un sistema de combinatoria y unas reglas que han prestado, eso sí, o infundida por sus ingenieros, personas que sí piensan, diseñan y crean. En realidad, la inteligencia no es más que la extensión mecánica, combinatoria y lógica de las personas que las crearon, quienes han hecho objetivo, cosa, el pensamiento propio” (, 2018. pp.158 -159). 

Ya para la década de los 80 del siglo XX, el sociólogo y filósofo de la complejidad, Edgar Morin, en el volumen III de “El método. El conocimiento del conocimiento” llegó a reflexionar sobre la vinculación y la desvinculación de la máquina artificial y viviente, cómo esta se organiza sobre diferentes estructuras; mientras, la artificial las construyen, las programan y las organizan los sujetos cibernéticos, ya que, como tal, no puede autoorganizarse, “reproducirse ni multiplicarse”. La viviente se autoorganiza “reproduce y multiplica” (1994, p.52).

Línea que sigue en estos tiempos cibernéticos Yuval Noah Harari, cuando en su texto “21 lecciones para el siglo XXI” (2018), enfatiza la diferenciación entre inteligencia propiamente dicha y la artificial o robótica, que actúan sin conciencia. El programa da solo algoritmos para tomar decisiones, por obra de los sujetos cibernéticos que, dada su condición humana, tienen inteligencia y conciencia de sus actos. Esto deja por sentado que “La inteligencia es la capacidad de resolver problemas. La conciencia es la capacidad de sentir dolor, alegría, amor e ira (ibid., p.92). Ambos conceptos no son sinónimos, por lo tanto, entran en planos diferentes. Mientras que los dispositivos digitales poseen una inteligencia para resolver importantes problemas, muchos de los cuales la inteligencia humana no puede resolver. No significa que tengan conciencia, sentimiento propio, como es el caso de los seres humanos y los sujetos cibernéticos constructores del cibermundo.

Es con la llegada del mundo cibernético y las redes sociales que cobra fuerza la concepción de la inteligencia colectiva, de manera puntual, cuando la trabaja el filósofo Pierre Lévy. Su discurso no parte de un sujeto cibernético con capacidad para aprender o desaprender de la experiencia de manera individual, y de su compresión, adaptación o transformación social, ya que, todo lo contrario, la inteligencia colectiva es el resultado de los aportes en cuanto a información que hace cada sujeto en una conectividad con el gran cerebro ligado al ciberespacio. 

Este enfoque de Inteligencia colectiva, no asume el discurso teórico sobre multitudes o inteligencia de las multitudes, trabajado por el ensayista y crítico social Howard Rheingold. Para este crítico social y creador del concepto comunidades virtuales, las  “Multitudes Inteligentes” (2004) devienen en estos tiempos cibernéticos, en una inteligencia que no corresponde a un sujeto cibernético aislado, sino que se forma del conjunto de personas que actúan y emprenden movilizaciones colectivas y sociales, que si no fuese por el cibermundo y sus redes virtuales, no pudiesen  actuar de manera conjunta, porque tales acciones se pueden materializar, gracias a esos dispositivos tecnológicos que  manejan esos sujetos cibernéticos, que cooperan y se organizan de manera no vertical, sino horizontal, en el ciberespacio.

Su enfoque, al igual que el de Lévy, tiene que ver con el sistema cibermundo, en el cual, tal inteligencia se produce; pero no en el mundo físico, ese que conocíamos en la década de los ochenta del siglo XX, antes de la construcción del mundo digital. Para Lévy, el concepto multitudes resulta inadecuado y lo focaliza como un conjunto de personas o multitudes sin orientación, ni estrategia de aprendizaje de por vida. Él piensa que, en la inteligencia colectiva, hay que tomar en cuenta las escuchas, la expresión, la decisión, la organización y la visión. 

En este sentido, se ha de saber que la inteligencia colectiva o multitudes inteligentes que abordan estos pensadores, no es una santificación de la turba cibernética, que no entra en lo colaborativo, en la solidaridad con los que viven en las redes del ciberespacio, como conglomerados para atentar o hacer daño y no hacen el bien a la sociedadEl sociólogo De Kerckhove (1999), pretende ir más allá de Lévy, en cuanto la teoría de “La inteligencia colectiva” y la concepción de Rheingold de “Multitudes inteligentes”, al asumir el enfoque de inteligencia conectiva, en la que el efecto de “las comunicaciones en red (…) consiste en expandir el yo desde el espacio mental privado a un espacio compartido, mientras se retiene el espacio social inmediato para la esfera privada”. (p.231) 

Ambas concepciones se diferencian de De Kerckhove, en cuanto a que este no coloca al grupo, a la multitud, a lo colectivo como prioridad en sus investigaciones, sino a los sujetos. Por su impacto en la inteligencia de los sujetos cibernéticos hay que vivir conectados al cibermundo y a las redes sociales. Solo basta navegar por los vericuetos del ciberespacio y sus profundidades para darse cuenta de las diversas variantes de hackers que se definen, de acuerdo a las relaciones del poder virtual.

Para De Kerckhove, la multitud, el colectivo como exceso de prioridad escamotea al sujeto, ya que este en sus navegaciones por los confines del ciberespacio (con una estrategia bien definida) puede enriquecer su acervo cultural y ayudar con la construcción de redes de conectividad para el bien de un grupo o la colectividad. Sería el caso de Wikipedia, que, de acuerdo a Pierre Gourdain, et al, se ha ido construyendo y expandiendo por el esfuerzo y la iniciativa de las personas. Los participantes en este proyecto enciclopédico mundial, han logrado que tan solo en:

“Siete años después de su aparición en la Red, 15 de enero 2001, Wikipedia se ha convertido en unas de las páginas Web más consultadas del mundo. Con más 55, 000.000 de visitantes únicos en enero 2008 (…). En total, la enciclopedia en línea existe 256 lenguas desde el polaco hasta al japones (…) incluso el chotaw, lengua que habla una tribu india del suroeste de Estados Unidos”. (2008, p.31-32).

El sujeto cibernético que vive conectado al cibermundo, que intensifica su inteligencia creativa e innovadora en el conocimiento no se queda en lo individual como generador de este, sino que también contribuye en el ciberespacio  a que el todo (inteligencia colectiva) pueda ser mayor que la suma de sus partes. Tal como lo plantean los investigadores Manes y Niro (2014), cuando se refieren al estudio del Massachusetts Institute of Tecnology (MIT) en relación a que dicho Instituto “exploró la existencia de una inteligencia colectiva entre grupo de personas que colaboran bien entre sí, y demostró que la inteligencia del conjunto se extiende más allá de la lograda a través de la suma de las capacidades cognitivas de los miembros de los grupos de forma individual” (ibid.,p.115) 

Es partiendo de estos discursos sobre la inteligencia colectiva, de multitudes o de conectividad, que los sujetos cibernéticos han de seguir indagando y construyendo el cibermundo como sistema de redes cibernéticas en lo social, económico, cultural y político, ya que dicho mundo virtual se va expandiendo con base en la inteligencia creativa conectada al ciberespacio, a las redes sociales, a las comunidades virtuales y las diversas dimensiones sociales y culturales del ciberespacio.

Referencias bibliográficas

De Kerckhove, Derrick (1999). La piel de la cultura: investigando la nueva realidad electrónica. Barcelona: Gedisa.

Fuster, Joaquín M (2018). Neurociencia. Los cimientos cerebrales de nuestra libertad. Barcelona: booket.

Galán Díez, Ilian (2018). Homo o Cyborg Policus: Nueva e-política. Madrid: Dykinson.

Gardner, Howard (2017). Inteligencias Múltiples. Barcelona: Paidós. 

——— (2013). Mente Flexibles. México, Paidós.

Gourdain, Pierre, et al (2008). La revolución Wikipedia. Madrid. Alianza Editorial

Harari, Noah Yuval (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Barcelona: Debate

Latorre, José Ignacio (2019). Ética para la máquina. Barcelona: Ariel.

Manes, Facundo y Niro, Mateo (2017). Usar el cerebro. conocer nuestra mente para vivir mejor. Argentina: Paidós.

Marina, José Antonio (1994). Teoría de la inteligencia creadora. Barcelona: Anagrama.

Merejo, Andrés (2007). La República Dominicana en el ciberespacio de la Internet. Ensayo filosófico cibercultural y cibersocial. Santo Domingo: Búho.

Morin, Edgar (1994). El método. El conocimiento del conocimiento. Madrid: Catedra.

Rheingold, Howard (2004). Multitudes inteligentes. La próxima revolución social. Trad. Marta Pino Moreno. España: Gedisa

Sousa, David A. (2019). Cómo aprende el cerebro. Barcelona: Obelisco.

Sternberg, Robert J. (2011). Psicología cognoscitiva. México: Claudia islas Licona.

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Andrés Merejo es doctor en Filosofía por la Universidad del País Vasco y profesor e investigador de la universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).Dirige el Observatorio de las Humanidades Digitales y preside el Instituto Dominicano de Investigación de la Ciberesfera (INDOIC).