Nadie sabía, a ciencia cierta, cómo se habían originado. Las más modernas teorías postulaban un paulatino proceso evolutivo, antes que una súbita mutación, como responsable de su aparición en el planeta. Lo cierto es que de unas decenas pasaron a ser cientos de miles, luego millones y, más recientemente, millardos. Se esparcieron por todo el planeta multiplicando su consumo y maximizando sus desechos con una voracidad que emulaba a las plagas de langostas. Sus hábitats se hicieron más y más grandes, altos y extensos, esparciéndose por todo territorio posible, ocupándolo y excluyendo de los mismos toda fauna y toda flora. Devoraron las plantas, inmolaron para sus estómagos a vertebrados e invertebrados, socavaron los suelos y dejaron sus profundidades huecas privándolas de sus sólidos, sus líquidos, sus gases y sus plasmas. Sus diversos excrementos formaron cúmulos malolientes que rodearon sus entornos y contaminaron aguas corrientes y subterráneas, para, finalmente, contaminar el aire y los mares. Hasta que empezó a llover la lluvia negra, a cántaros, primero, a baldes, luego, incesante, inclemente, anegándolo todo, desbordando los lagos, trastornando los ríos, elevando los océanos, inundando así el planeta todo y ahogando a la plaga y a todo ser vivo terrestre que aun sobrevivía al exterminio masivo que el consumo voraz de la plaga había ya provocado. Tras el diluvio universal, el planeta, así lavado, quedó muy distinto para siempre, para aquellos peces, cetáceos y anfibios que habían sobrevivido a la plaga.

Marzo 30, 2018

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Julio Sánchez Mariñez es educador y escritor. Rector del Instituto Superior de Formación Docente Salomé Urena (ISFODOSU).